Sería hermoso volver a creer
Que tus manos sanaban
Y eras el abogado de las prostitutas
Que era lícito poner la otra mejilla
Porque ningún emperador, poder o idea
Podían contra un hombre honesto.
Creí hasta cuando se quebró mi alma;
Porque seguirte era suficiente
Y tus templos no estaban llenos por aquellos que juraste repudiar
Solo tus prístinos reinos podían dar sentido a mi dolor,
Y la madera del barco que a ellos llevaba
No estaba podrida. No había ratas
Porque los hombres que lo ocupaban eran hermanos.
Sería hermoso volver a creer.
Pero ahora solo me queda la certeza
De que todas las oraciones del mundo, puestas juntas
No mueven ni la hoja de un árbol.
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